El lunes por la mañana, al puerto marítimo norcoreano de Nampo llegaron un par de contenedores con suministros médicos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) envió desde la ciudad china de Dalian. Era el segundo barco con medicamentos y botiquines para los centros de salud de atención primaria que arribaba a un país que se cerró aún más al mundo en marzo de 2020 y que asegura no haber tenido un solo caso de Covid-19, escapando a una enfermedad que ha logrado llegar hasta los rincones más remotos del planeta.
Los contenedores con medicamentos desembarcaron, pero se sellaron para permanecer en cuarentena en Nampo. Allí se quedaron pese a que desde octubre del año pasado se ha reducido un 80% el comercio de Corea del Norte con China, su mayor y prácticamente único socio comercial que le quedaba tras las sanciones de la ONU por sus pruebas con misiles balísticos. El 90% de sus importaciones, sobre todo alimentos básicos y medicinas, dependen del país vecino.
Según los últimos informes de Naciones Unidas, la población de Corea del Norte necesita con urgencia una serie de productos básicos. «Se han reportado muertes por inanición», aseguraba el mes pasado el relator especial de la ONU, Tomás Ojea Quintana. Una preocupación que no ocultó en abril el líder norcoreano Kim Jong-un, que sorprendió pidiendo a los funcionarios que libraran otra «Marcha Ardua», término que se utiliza para referirse a la lucha durante la gran hambruna de los 90.
Mientras la escasez de alimentos se acentúa y los medicamentos siguen atascados en los puertos, en Pyongyang se lanzan fuegos artificiales y exhiben sus mejores armas. Ocurrió el lunes por la noche en la exposición Auto-Defensa-2021, un acto celebrado en el Museo de las Tres revoluciones que forma parte de los eventos para conmemorar el 76 aniversario de la fundación del gobernante Partido de los Trabajadores.
La agencia de noticias norcoreana KCNA ha difundido este martes fotografías de Kim Jong-un, mucho más delgado que en anteriores apariciones, paseando por un museo donde se exponían lanza cohetes, tanques, tres misiles balísticos y un nuevo planeador hipersónico que probaron en septiembre.
El líder presidió una exhibición de sus sistemas de armas y pronunció un discurso, compartido por los canales de propaganda norcoreanos, en el que prometió construir un «ejército con una capacidad militar invencible».
Aunque Kim señaló que el desarrollo de armas es para la autodefensa y no para iniciar una guerra. «No estamos discutiendo la guerra con nadie, sino más bien para prevenir la guerra en sí y para aumentar literalmente la disuasión de la guerra para la protección de la soberanía nacional», aseguró.
También se acordó de Estados Unidos al acusar a Washington de ser la «causa raíz» de la inestabilidad de un país que pasa por una «situación económica sombría». El dictador hizo un llamamiento a los funcionarios para «mejorar la vida de los ciudadanos» porque Corea del Norte atraviesa «dificultades sin precedentes».
El Departamento de Estado de Estados Unidos acusó la semana pasada al Gobierno de Kim de ser el principal responsable de la situación humanitaria en el país. «El régimen continúa explotando a sus propios ciudadanos, violando sus derechos humanos, desviando recursos de la gente del país para construir su programa ilegal de armas de destrucción masiva y de misiles balísticos», dijo el portavoz Ned Price en una sesión informativa en Washington.
El último evento de Pyongyang llega después de cuatro pruebas con misiles lanzados en su costa este: dos de crucero, dos balísticos, un hipersónico y un antiaéreo. El régimen está en pleno acelerón militar para presionar a Washington, al igual que a su vecino Seúl, por las negociaciones estancadas sobre sus armas nucleares.
Hasta ahora, Kim ha rechazado las propuestas de diálogo de la administración Biden, exigiendo que Washington abandone primero sus políticas «hostiles». Sus relaciones llevan paralizadas desde 2019, cuando no llegaron a un acuerdo sobre el desmantelamiento de los programas nucleares y misiles balísticos de Pyongyang a cambio del alivio de sanciones por parte de Estados Unidos.
Con la vecina Corea del Sur, el Norte volvió a conectar la semana pasada la línea directa transfronteriza que rompió en verano porque no le hacía ninguna gracia el acercamiento entre Seúl y Washington. Seúl y Pyongyang siguen técnicamente en guerra. Así llevan más de medio siglo porque la guerra entre las dos Coreas (1950-1953) nunca acabó con un tratado de paz.